Feb 14, 2016

Abandonarse en Dios... es más fácil decirlo

Durante algún tiempo se ha venido gestando en mi la idea que el libre albedrío no es más que el derecho que tenemos de equivocarnos. Siendo que tenemos un padre omnisciente que quiere lo mejor para nosotros cualquier otra opción sería un error.

Acabó de terminar de leer el libro de La Cabaña,  por recomendación de mi esposa quien lo uso mientras recibía su curso de catequista.   Uno de sus postulados es que nuestro deseo de independencia de Dios es la fuente principal de todo lo peor que sucede y de nuestra desviación del camino. 

Cualquiera que tenga hijos ha vivido el "yo solo". Parte del desarrollo en el que tenemos que dejar que los niños intenten hacer las cosas por si mismos, mientras nosotros nos encargamos de limpiar el reguero y asegurarnos que nada se rompa.

Sucede que llevamos mucho tiempo ya viviendo de esta manera, creyendo que por nosotros mismos podemos juzgar lo que nos conviene y lo que no y determinar nuestro camino.  Con este pensar Dios se mantiene como una idea de fondo, lejana, en un altar o encumbrado en momentos solemnes, pero jamás como recurso ordinario a nuestro lado y en nuestra vida.  Se convierte para nuestra conciencia en el Dios muerto de Nietzsche, ese que ya no necesitamos.

De pronto nos encontramos desprovistos de felicidad y si nos equivocamos lo suficiente nos encontramos con el dolor.  Para algunos de nosotros surge un vacío que no se puede llenar con nada y todo pierde el sentido.  Nos convertimos en buscadores,  tratando de resucitar a ese Dios que mantuvimos inerte.   En algún instante por la gracia seremos escuchados y empezaremos a escuchar, pero es allí cuando el camino se torna difícil.

Difícil porque estamos acostumbrados a andar por nuestro lado y a nuestras anchas.  Complicado porque el camino correcto puede en ese momento ser muy distinto a lo que estábamos imaginando y del que estábamos convencidos.   Lo que tenía valor de pronto ya no lo tiene y lo que desdeñábamos repentinamente se hace importante.

Un ejemplo reciente vino de este viernes de Cuaresma.  En lugar de ofrecer la restricción "estandar" de no comer carne, se me metió en la cabeza que lo que debía ofrecer era mis ratos de ocio de ese día.  En la madrugada sonaba perfecto pero no a la noche, cuando cansado lo que quería era ver TV.   Me suena tonto hasta escribirlo, pero creo que es justamente en cosas así en las que se hacen las mayores distancias entre nosotros y el camino correcto.  En cosas que hoy creemos verdades absolutas (Dios es esto o lo divino es aquello)  o en la importancia que damos a las cosas.

Nuevamente si insistimos en avanzar por nuestra cuenta sería imposible una transformación, siendo que para nosotros todo este es,"como debe ser".  Es aquí donde resulta imprescindible apoyarnos en nuestro hermano-  nuestra Iglesia, nuestra Sangha-  y hacer lo debido por reestablecer la comunión con el Espíritu Santo con la disposición de desprender y aprender nuevamente. Con el deseo de dejar morir el yo que hemos creado y dejar surgir al verdadero.

Om shanti. Somos paz y la paz nos ayudará a saber que tan presentes estamos en nuestro verdadero camino.

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